El 1 de Mayo: ¡Llevar a la clase obrera al poder, reconstituir el Partido Comunista!

Desde el Partido Revolucionario de las y los Trabajadores llamamos a la movilización militante en este Primero de Mayo, día internacional de la clase obrera. Llamamos a aprovechar esta jornada para potenciar la organización y concienciación de nuestras compañeras y compañeros, para protestar y también para discutir sobre el estado actual y el porvenir de la lucha de nuestra clase por su emancipación. Llamamos, pues, a llenar las calles con entusiasmo, ya sea junto a los bloques de nuestro Partido, los distintos grupos de activistas organizados o las más amplias manifestaciones sindicales.

Por mucho que haya quien, interesadamente o no, pretenda dar a entender que la lucha contra el capitalismo está muerta, que no nos queda otra que ir por las buenas y que el capitalismo es un sistema indestructible e infalible, el propio funcionamiento del sistema lo lleva a empujarnos a luchar y, periódicamente con sus crisis, a socavar nuestras conquistas, demostrándonos continuamente que no es posible la paz social.

Conocer las luchas existentes, aprender de ellas y aplicar esas enseñanzas a nuestra situación, es clave para avanzar. Por eso, como ya hicimos el año pasado[i], aprovechamos la ocasión para realizar un análisis actualizado de la lucha de la clase obrera y las demás clases explotadas por el capitalismo a nivel global.

El capitalismo que conocemos hoy en día, liderado por enormes grupos empresariales que se apoyan en Estados con fuertes cuerpos militares y de represión, es el capitalismo en su fase Imperialista. Estos grandes grupos empresariales son monopolios que dominan directa e indirectamente ramas enteras de la producción, y la clase de capitalistas en su cima es la oligarquía financiera.

La oligarquía financiera ha convertido a sus países de origen, como España, en potencias imperialistas con poderosos Estados capaces de ayudarles a dominar la inmensa mayoría del planeta mediante la exportación de capitales y la guerra, a la vez que exprime más y más a la mayoría trabajadora de la metrópolis imperialista, y la mantiene sometida con desmoralización política, vigilancia, represión y unos cuantos privilegios para una minoría.

Aunque la oligarquía financiera sea un enemigo formidable, su necesidad de ampliar continuamente su capital, de expandirse, hace que se concentren todos los golpes en su contra:

  • En los países dominados por el imperialismo, la oligarquía financiera se alía con capitalistas vendepatrias y los más despiadados terratenientes y otras clases dominantes atrasadas, poniendo en su contra junto a la clase obrera a enormes masas de campesinos, pequeños propietarios e incluso algunos burgueses. Este es el frente exterior del imperialismo.
  • En las potencias imperialistas, la oligarquía financiera tiene su base de operaciones y de sus negocios pende toda la cadena de capitalistas, sus jefes y jefecillos, sus medios de comunicación y sus políticos. Las enormes ganancias fruto de la moderna producción en estos países y del saqueo imperialista solo traen migajas, que de todos modos acaban principalmente en manos de rentistas y pequeños privilegiados. Los capitalistas tratan de exprimir a la clase obrera de estos países dentro y fuera del trabajo, cada conquista social cuesta de ganar y mantener, y corre el riesgo de ser dinamitada por la burguesía continuamente, provocando descontento y estallidos sociales. Este es el frente interior del imperialismo.
  • Por último, la oligarquía financiera de cada país busca su máxima ganancia, y el capitalismo se desarrolla de manera desigual en cada potencia imperialista, cosa que lleva continuamente a un nuevo reparto del mundo que enfrenta a los imperialistas entre sí: conflictos diplomáticos y bloqueos que inflan precios y empobrecen a la clase trabajadora, y guerras que rompen la burbuja de la paz burguesa. Este es el frente inter-imperialista.

La oligarquía financiera está inevitablemente enfrentada por 3 frentes simultáneamente, el exterior, el inter-imperialista y el interior. Como veremos a continuación, la situación en los 3 frentes está lejos de ser un paseo en barca para los capitalistas.

El frente exterior del imperialismo.

En los países dominados por el imperialismo la oligarquía financiera injerta burocráticamente relaciones de producción capitalistas, mientras el país sigue siendo atrasado y dependiente, hasta el punto de ser semi-feudal en la mayoría de casos. En estos países la gestión del poder recae en manos de burgueses beneficiados por el imperialismo y terratenientes feudales en sus distintas formas (aristócratas, religiosos, señores de la guerra…).

Lejos de desarrollar estos países, como pretenden darnos a entender los generadores de opinión burgueses, el imperialismo apuntala el atraso y la explotación más extrema, el oscurantismo religioso y la violencia abierta. El Estado títere de los imperialistas se parapeta en las capitales que concentran las ramas capitalistas útiles a los imperialistas y deja más o menos abandonadas las zonas agrarias y atrasadas, donde vive el resto de la masa de clases oprimidas (particularmente el campesinado) padeciendo la explotación feudal.

La naturaleza semifeudal de un país va más allá del número de personas que trabajan en la agricultura, pues la existencia de pueblos y aldeas subdesarrolladas se traduce en la existencia de clases trabajadoras no proletarias que van y vuelven de las ciudades, que constituyen enormes poblados chabolistas que son verdaderos polvorines… Y esto a su vez hace más intensa la explotación en las fábricas, pues el atraso social y tecnológico se refleja también en las empresas capitalistas que son la base de los grandes monopolios (sus proveedores, distribuidores, reparadores…) y termina presionando a la baja incluso a las empresas matriz que tienen técnicas más avanzadas.

Es por ello que en los países semicoloniales y semifeudales, la mayoría de los dominados por el imperialismo a día de hoy, la Guerra Popular Prolongada encuentra su germen en las zonas campesinas feudales olvidadas por el Estado títere. Los Partidos Comunistas verdaderamente revolucionarios inician allí guerras del pueblo, expulsando a los terratenientes, llevando a cabo la revolución democrática (y su correspondiente revolución agraria) olvidada por los capitalistas vendidos al imperialismo, y construyendo bases de un nuevo poder popular.

En Filipinas tiene lugar la Guerra Popular de más larga duración hasta la fecha. En 1968, unos pocos militantes comunistas bregados en la lucha de masas se desplazaron a las zonas rurales del archipiélago filipino y reconstituyeron el Partido Comunista de Filipinas (PCF). El PCF dirige al Nuevo Ejército del Pueblo (NPA, por sus siglas en inglés) y al Frente Nacional Democrático Popular (NDFP por sus siglas en inglés), el frente unido de la revolución, que encarna el nuevo poder que ha de sustituir al del Estado títere de los imperialistas, y que gobierna un tercio de Filipinas en la práctica.

La Guerra Popular en Filipinas sigue viva y vibrante, con el 50 aniversario del NDFP, pese al fallecimiento de su histórico líder Joma Sisón, Ka Joma, y el reciente, cobarde y brutal asesinato por parte del Estado filipino de los camaradas y dirigentes del PCF Benito Tiamzon y Wilma Austria-Tiamzon.

Cualquier ilusión reformista desaparece en Filipinas a la vista de que el infame gobierno genocida de Rodrigo Duterte ha dado paso a un régimen más oscuro si cabe, el de Marcos, el hijo del sátrapa Ferdinand Marcos, dictador de Filipinas entre 1965 y 1986.

Lejos de desfallecer en la lucha, el PCF publicó con motivo del 54 aniversario del NPA su artículo Avivar y propagar el fuego de la guerra popular por la liberación nacional y la democracia [ii], donde identifica y autocritica públicamente problemas que han frenado su avance en la lucha guerrillera, sienta las bases de su corrección y analiza el escenario de lucha que se abre con la inminente crisis capitalista.

En India, país rico en recursos y con una enorme población trabajadora, el dominio imperialista ha encontrado también una respuesta: la segunda mayor Guerra Popular del planeta, dirigida por el Partido Comunista de la India (maoísta).

Esta lucha revolucionaria tiene una larga tradición, pero es relativamente joven, en tanto en cuanto el PCI (maoísta) fue fundado en 2004, llegando a extender la Guerra Popular en sus primeros años a la mitad del territorio indio, en una década en que la prensa capitalista se auto felicitaba por la estabilidad del sistema y la aparente falta de alternativa.

Hoy en día, y pese a los altibajos propios de cualquier guerra, la lucha revolucionaria india está firmemente asentada en las áreas más pobres y agrarias del país, donde el brutal ejército indio y las bandas de pistoleros fascistas actúan como verdaderos invasores. Pero no se detiene ahí, y la actividad de los comunistas permea en las enormes ciudades de la India, socavando la estabilidad de la dominación imperialista en India.

En Turquía el Partido Comunista de Turquía/Marxista-Leninista (TKP/ML) dirige también una Guerra Popular contra el Estado turco dirigido por el fascista Erdogan. Además de las áreas agrarias dominadas por los terratenientes y la explotación extrema de los trabajadores turcos que es común en una semicolonia, en Turquía hay una importante reserva directa de la revolución: la nación kurda, secularmente oprimida por el Estado turco.

En Perú, el Partido Comunista del Perú (PCP) sigue dirigiendo la Guerra Popular en la difícil situación de reorganización que atraviesa desde 1992, con el duro golpe que supuso la captura de su dirección política, particularmente de su máximo dirigente, el Presidente Gonzalo. No hay que olvidar que, pese a los retrocesos y la propaganda burguesa, la Guerra Popular dirigida por el PCP movilizó a millones de campesinos y trabajadores peruanos e hizo temblar al viejo Estado, y Perú sigue siendo un país capitalista burocrático y semifeudal, particularmente pobre y atrasado productivamente.

Precisamente, el paso de 2022 a 2023 vino con grandes revueltas en Perú, ni 1 año después de la gran huelga general contra la escalada de precios. Las revueltas populares fueron particularmente fuertes en las regiones campesinas andinas que vieron nacer la Guerra Popular, y tuvieron lugar por el rechazo al Estado tras la enésima crisis institucional de lo que es una democracia burguesa fallida, con el autogolpe del oportunista Castillo (jaleado por los reformistas de todo el mundo no hace ni 2 años) y el acaparamiento autoritario de poder de su sustituta Dina Boluarte, que demostraron una vez más que solo una Nueva Democracia enfrentada al imperialismo y el feudalismo puede desarrollar Perú.

En el resto de países dominados por el imperialismo, donde no hay guerras populares en marcha, la lucha de clases no cesa y los estallidos sociales son la respuesta común ante las inevitables y cada vez más comunes crisis políticas y económicas, fruto de la decadencia gradual del imperialismo, más notoria en los endebles Estados semicoloniales.

Caso reciente y particularmente reseñable es la huelga general en Irán, donde la clase obrera iraní ha desafiado durante varios días el férreo control del régimen de los ayatollah, burocrático-feudal y dependiente del imperialismo ruso. Alrededor de cien mil obreros de empresas principalmente propiedad de la burguesía burocrática estatal iraní han salido a luchar por sus condiciones de trabajo, dando un ejemplo de combatividad que inspira este 1 de Mayo y que muestra que nuestra clase nunca está completamente derrotada.[iii]

En Brasil, donde el oportunista Lula da Silva ganó las presidenciales por la mínima contra Bolsonaro en 2022, los comunistas del maoísta Partido Comunista do Brasil (P.C.B.), no se dejan engañar por los cantos de sirena de los reformistas, y señalan cómo la valoración de la población en las encuestas sobre Lula en sus primeros meses de Gobierno es la misma que en sus horas más bajas en 2005, partiendo ya con el escepticismo de los trabajadores incluso entre la base de votantes de Lula, los más pobres[iv].

Lula intentará satisfacer a los grandes capitalistas y latifundistas brasileños dependientes del imperialismo (sobre todo el estadounidense), parte de los cuales apuesta por el golpismo y la ultraderecha, a la vez que trata de cumplir sus promesas de mejoras sociales en todos los ámbitos, de manera que la crisis política está prácticamente garantizada. Este es uno de los países del mundo donde más fuerte es un Partido Comunista verdaderamente revolucionario sin todavía haber comenzado una Guerra Popular, de manera que todos los trabajadores y trabajadoras del mundo con conciencia de clase debemos seguir de cerca el desarrollo de la lucha social en Brasil, particularmente su corazón en la lucha por la revolución agraria llevada a cabo por la Liga de Campesinos Pobres (LCP).

En Ucrania, la resistencia a la invasión perpetrada por el imperialismo ruso no ha tomado una dirección popular y realmente patriótica, sino que su presidente, Volodimir Zelenski, ha actuado como el títere imperialista que se esperaba que fuera, y ha tratado de involucrar al máximo posible de potencias imperialistas en “su favor”, es decir, ha continuado tratando de negociar la venta de Ucrania a EEUU y los imperialistas de la UE, y con toda probabilidad el país quedará partido legalmente o de facto en dos: Ucrania bajo control europeo y estadounidense, y el Donbás bajo control ruso.

Y para concluir esta sección, destacamos y recordamos la resistencia de los pueblos saharaui y palestino a la ocupación infame de su tierra y la política genocida de Marruecos e Israel respectivamente, Estados sostenidos por las potencias imperialistas, particularmente EEUU y, en el caso de Marruecos, también España.

El frente inter-imperialista.

Entre imperialistas, la colaboración es solo algo coyuntural, mientras que la competencia es una característica absoluta, inevitable.

Actualmente la pugna entre imperialistas se disputa principalmente entre EEUU como superpotencia, China como potencia imperialista aspirante a superpotencia, y Rusia, como potencia imperialista que conserva un ámbito de influencia, aspiraciones hegemonistas y capacidad militar superiores a la mayoría.

La guerra en Ucrania lleva marcando desde 2022 la actualidad del frente inter-imperialista, no solamente por la invasión en sí misma, como por la sacudida que ha supuesto sobre el conjunto de la cadena imperialista. El desabastecimiento y la crisis energética se han agravado con los bloqueos y sanciones a Rusia, acelerando la escalada de precios y la explotación de las masas en todos los países, pero también intensificando la militarización, con el avance de la OTAN en Europa, con un aumento disparatado del presupuesto militar en España para 2023[v].

Aunque es previsible que la guerra toque a su fin a partir del estancamiento del imperialismo ruso y la negociación inter-imperialista en la que China está apareciendo como moderadora, el resultado es el de una “paz” más tensa entre las potencias imperialistas, más militarizada y con las fronteras más cercanas.

En términos generales, las contradicciones entre potencias imperialistas se están agudizando. La apariencia de confianza mutua bajo la supervisión de EEUU como única superpotencia incontestable que cundió bajo los 1990 y 2000 ha tocado a su fin. Las distintas potencias imperialistas están trayendo producción de vuelta, reforzando sus cadenas logísticas y ejércitos, y renovando su industria a marchas forzadas para no quedar atrás en la competencia, y van quedando cada vez más lejos los días en que “llevarse la producción a China” era la respuesta para todo y la amenaza contra cualquier plantilla de obreros que protestara.

Buena muestra es la carrera por el coche eléctrico, una maniobra de los monopolios del automóvil para salvar su gallina de los huevos de oro, favoreciendo restricciones políticas al parque móvil de segunda mano, subvenciones millonarias a la industria relacionada con el coche eléctrico y todo envuelto de demagogia ecologista burguesa sin ningún tipo de base, como analizamos en nuestro artículo sobre la apertura de la gigafactoría de baterías de coche eléctrico en Sagunto.[vi]

Dentro de la Unión Europea, como institución burguesa que abarca desde potencias imperialistas de primer y segundo orden hasta semicolonias, aunque el discurso oficial es el de más Europa, se impone la tendencia del imperialismo a la competencia y la lucha.

Alemania, como potencia de primer orden y dominante sobre la institucionalidad europea, trata continuamente de imponer políticas de “austeridad” a otros países imperialistas más débiles, como España o Italia, donde el capitalismo requiere de mayor deuda pública e intervención burocrática del Estado para bombear la economía. Como era de esperar, el imperialismo alemán ha aprovechado la guerra en Ucrania para plantear lo que la derrota del nazismo en la II GM le había impedido: la potenciación del ejército alemán.

Francia, la otra gran potencia imperialista en la UE, en horas bajas de su poderío imperialista y con un régimen burgués cuestionado y atascado en un duelo entre la derecha y la extrema derecha fascistoide, es cuestión de tiempo que trate de tensar la cuerda con el resto de sus “aliados” a medida que el poderío militar y económico alemán crezca y el gobernante de Francia, sea quien sea, necesite algo de demagogia que ofrecer al electorado.

El frente interior del imperialismo.

En las potencias imperialistas la inflación ha provocado un recrudecimiento de la explotación de la clase obrera y el resto de capas populares, dentro y fuera del trabajo. Pero también ha habido respuestas a las que debemos prestar atención. En particular, destacaremos dos:

En Francia, la clase obrera ha presentado una larga y agresiva lucha sindical militante contra la reforma de las pensiones. Esa combatividad del proletariado y del pueblo trabajador francés, conectada con un hilo rojo con la resistencia partisana comunista y con las revueltas de mayo del 68, ha permitido que, incluso perdiendo esta última batalla, la edad de jubilación en Francia se mantenga por debajo de la media europea, y muy por debajo de la española de 67 años.

En Francia se demuestra que la clase obrera que tiene una conciencia de sus intereses como clase, aunque sea intuitiva, combate fieramente por cada palmo de terreno, por cada conquista. Esto pese a las continuas traiciones y decepciones de un antaño importante Partido Comunista de Francia, que traicionó la lucha partisana, el mayo del 68 y que gobernó junto a los socialistas algunas de las mayores privatizaciones en Francia y que entregó en bandeja de plata zonas obreras depauperadas a la ultraderecha fascistoide de Le Pen.

Por mucho que voceros de un sindicalismo pactista y desmovilizador como Pepe Álvarez, Secretario General de UGT, se permitan dar lecciones de conquistas sociales al proletariado francés, los derechos laborales y de los pensionistas en Francia, mejores que los de España en casi todos los sentidos, hablan por sí solos.

Esto no significa que con la combatividad sindical esté todo hecho. En Francia, la baja tasa de afiliación a los sindicatos en comparación a la combatividad de las protestas da a entender que los sindicatos no están actuando realmente como centros de organización de la lucha en muchos sectores de la población. Tampoco esa rabia está siendo canalizada políticamente por el momento, y una parte, hasta donde podemos intuir por los datos, es utilizada por el juego demagógico entre Macron y Le Pen.

No obstante, con toda seguridad la combatividad de la clase obrera en Francia es un germen para todos los revolucionarios en nuestro país vecino y un ejemplo del que tomar nota por parte de todo trabajador en una potencia imperialista.

Por otro lado, en un desarrollo inusual, la otra gran nota de combatividad en una potencia imperialista la dio a finales de 2022 el pueblo de China.  China es un país socialimperialista, es decir, una potencia imperialista que evolucionó a partir del derrocamiento desde dentro de un país socialista, donde una nueva burguesía formada por antiguos burócratas del Partido Comunista mantiene el aspecto socialista y una economía capitalista con un importante peso del Estado burgués en ella.

Naturalmente, ese tipo de condiciones hacen las cosas especialmente complicadas para la conciencia política de la clase obrera, pues quienes administran su explotación son los mismos que dicen estar dirigiéndola hacia su emancipación, y utilizando su historia revolucionaria.

Particularmente, el ascenso imperialista de China, con el recodo de la pandemia de por medio, se encuentra actualmente en un momento de fomento de la demanda interna y una serie de reformas sociales “desde arriba” para tratar de asegurar la estabilidad de los monopolios chinos, política presidida por Xi Jinping.

Pero la enorme riqueza de los burgueses y burócratas chinos contrasta con la espectacular explotación de la clase obrera china, y a finales del año pasado la batería de medidas autoritarias con motivo de una pandemia de COVID que el gobierno chino prácticamente negaba terminó por ser la gota que colmó el vaso.

Masas de trabajadores chinos salieron a la calle en todo el país a protestar y enfrentarse de manera abierta a las fuerzas represivas, y, lejos de dejarse manipular, pudimos ver múltiples vídeos donde manifestantes portaban la imagen y lemas revolucionarios del Presidente Mao Tse Tung.

Una vez más y hasta en las condiciones más adversas, se demuestra la vieja tesis de Marx: el capitalismo engendra a sus propios enterradores.

Situación en España.

España es una potencia imperialista de segundo orden, es decir, tiene una oligarquía financiera que se ha dotado de un aparato de Estado burocrático-militar moderno, que exporta capitales y que puede participar en las guerras imperialistas de rapiña. Si bien, lo hace en una posición de relativa debilidad entre las demás potencias imperialistas, no solo por detrás de superpotencias como EEUU o aspirantes a serlo como China, sino también de potencias como Alemania, Francia o Japón.

Como resultado, la burguesía española, en su mayoría inserta en las redes monopolistas y situada en el campo de la oligarquía financiera, es más débil económicamente. Respecto a otras potencias imperialistas europeas, España tiene más pequeñas y medianas empresas y éstas son más importantes para la producción. También destacan como fenómenos de esta debilidad la hipertrofia de algunos sectores de la industria (la automoción) y el peso en la economía de sectores de alta rentabilidad, pero también altamente volátiles como la hostelería, el turismo o la construcción.

Con este tipo de estructura, tras cada crisis económica del capitalismo la destrucción es más profunda y la recuperación es más lenta que en otras potencias imperialistas.

Esa debilidad de la burguesía no la pagan los burgueses, que siguen en su burbuja y solo tienen que pegarse a las iniciativas de la oligarquía financiera alemana o estadounidense, a la vez que tratan de exprimir un poco más a países de África, Asia y América Latina. Por el contrario, se traduce en una situación de mayor precariedad para la clase obrera del Estado español, con salarios más bajos en relación a los precios, trabajos más inestables y unas tasas de desempleo estructuralmente altas.

El ritmo de trabajo, la intensidad de la explotación, también es más marcada debido a esta estructura productiva: la mediana y pequeña empresa, que puede llegar a tener pocos centenares de trabajadores, es caciquil por naturaleza, con jefes y jefecillos puestos a dedo y que se comportan como capataces. Pero no solo se trata de esto: para cubrir las necesidades de los monopolios, los préstamos bancarios, encargos de trabajo desde las grandes empresas y las subvenciones del Estado se aseguran de que los capitalistas de las medianas y pequeñas empresas aprieten las tuercas a sus trabajadores.

Por supuesto, la inflación, ese fenómeno del capitalismo que se ha cebado con la clase obrera de las potencias imperialistas desde finales de 2021, también se ha visto agudizado en el imperialismo español.

La inflación en España.

La rampante inflación en España tiene 3 manifestaciones, dos son generales: el coste de la energía y el coste de los bienes de consumo, y uno es más bien una particularidad del Estado español, el coste de la vivienda.

El origen de las distintas subidas de precios que estamos padeciendo se puede resumir en dos pilares: los problemas de abastecimiento por las luchas inter-imperialistas, por un lado, y la especulación, por otro.

Las luchas inter-imperialistas han ido convirtiendo el acceso al petróleo y el gas en una situación de “tierra quemada” a base de guerras y sanciones, donde cada vez es más complicado acceder a nuevas fuentes que proporcionen una superganancia transitoria. La guerra en Ucrania lo ha agudizado más todavía.

Como estos mercados son puramente monopolistas, sin la posibilidad de pequeños proveedores de combustibles para generar energía, los monopolios del sector aprovechan para asegurarse ganancias en las situaciones más complicadas inflando además los precios de manera artificial y especulativa, independientemente de lo difícil que realmente sea acceder a ellos.

El coste de los combustibles, encarecido por los problemas de abastecimiento e inflado por la especulación, también hace más caro producir electricidad. Además, una infraestructura de producción energética sin un peso de las nucleares como en Francia ni fuentes de combustible propias (tras el cierre de las minas de carbón poco después de la crisis) hace que España sea particularmente sensible a este desabastecimiento, dado que importa cerca de ¾ de la energía que consume.[vii]

Por supuesto, los capitalistas monopolistas del sector energético de nuevo aprovechan para inflar los precios un tanto más de manera especulativa sobre el encarecimiento “natural” que provoca el imperialismo, como ya explicamos hace más de un año.[viii] Con el enrevesado método para fijar el precio de la electricidad, toda la electricidad se paga al mismo precio, independientemente de si se fabrica con un método más barato o más caro, de tal manera que los monopolistas solamente tienen que jugar con los volúmenes de producción para asegurar que el método más caro sea el que sirva de referencia para el precio.

Es evidente que el precio de los combustibles y de la electricidad afecta a la fabricación, distribución y mantenimiento de mercancías., pero éstas tampoco se salvan de la especulación. Los propios medios de comunicación burgueses nos explican cómo la subida de precios también tiene su origen en “la reactivación de la economía tras la pandemia”, que ha provocado que la oferta de mercancías sea menor que la demanda. Es decir, tras las restricciones de la pandemia, al reanudar la fabricación, los capitalistas ven que la gente necesita comprar, pero faltan recursos para cubrir la demanda, o bien faltan incluso transportes disponibles para satisfacerla a tiempo, de manera que inflan los precios de las mercancías disponibles.

Pero la especulación con los precios de bienes de consumo no termina ahí. Como quienes distribuyen este tipo de mercancías también son monopolios (Amazon en logística o, más modestamente, Mercadona a nivel de Estado español), por supuesto aprovechan la confusión sobre qué productos realmente se han encarecido más o menos, y los precios suben un tanto más: o lo tomamos o lo dejamos. Tan descarado ha sido, que la ridícula bajada del IVA en productos básicos anunciada por el Gobierno a bombo y platillo a finales de 2022 [ix]fue inmediatamente absorbida por los precios de venta al público.[x]

En España se suma a la escalada inflacionaria el problema particular del precio de la vivienda, que sangra a la clase obrera y las demás capas populares, de manera especialmente aguda en las ciudades grandes y medianas, así como en zonas turísticas.

En este caso, vemos aparecer en todo su “esplendor” el carácter de segundo orden del imperialismo español: el mercado inmobiliario fue uno de los puntales de lanza del capitalismo español en su ascenso en la cadena imperialista desde el desarrollismo franquista hasta el pinchazo de la burbuja inmobiliaria con la crisis de 2008.

Un sector de resultados rápidos y altamente especulativo fue alimentado por la burocracia del Estado y por los grandes bancos, apoyándose en el “sueño español” de ser un “país de propietarios” donde cualquier obrero podía tener dos viviendas en propiedad. Este modelo siempre fue un espejismo mediante el que la oligarquía financiera española sangró a generaciones enteras que se hipotecaron y pagaron para terminar, en muchas ocasiones, por perder incluso su única vivienda.

De forma natural al modelo basado en la propiedad de viviendas le ha seguido el modelo basado en alquileres, que es tremendamente lucrativo para la oligarquía financiera, en tanto que no hay apenas regulación, el tejido social de lucha de los inquilinos es todavía muy joven y reciente, y las viviendas son, por definición, mercancías de alto coste y número limitado.

Es por ello que estos capitalistas han encontrado la manera de seguir viviendo del sector inmobiliario, ahora a base de especulación, restringiendo de mil maneras el acceso a la vivienda a un precio ya no razonable, sino siquiera cercano a su valor real. El problema del coste de la vivienda es por entero un problema de especulación por parte de los monopolistas: el precio de la vivienda crece independientemente de si la vivienda está en mejor o peor estado, en lugar de devaluarse a medida que va degradándose con los años.

A este elemento motriz hay que añadir dos fenómenos adicionales: el rentismo de un sector de la pequeña burguesía, los llamados “pequeños propietarios” que van a rebufo de estos monopolios y se beneficiarán de ellos mientras continúe la burbuja, y la doble losa del sector turístico, que permite inflar todavía más los precios en ciertas áreas.

La última ley de vivienda no es sino un insulto más del Gobierno socialdemócrata (ahora capitaneado por el tándem Sánchez-Díaz) que no cambia absolutamente nada y deja intacto el problema principal, que es la especulación.

Por fortuna, esta especulación descarada está encontrando una respuesta en los cada vez más extendidos sindicatos de vivienda, que han empezado por centrarse en la respuesta contra la manifestación más extrema de esta especulación, los desahucios, y afrontan la monumental tarea de movilizar a las masas enormes de inquilinos de clase trabajadora y capas populares que se ahogan cada día con el precio del alquiler. Pueden tener por seguro que nos encontrarán codo con codo en la lucha.

La política burguesa y la cuestión electoral.

Con toda esta situación, marcada por el creciente coste de la vida y el empobrecimiento de la clase trabajadora, este año volveremos a tener la posibilidad de elegir quién va a sujetar la cadena durante los próximo cuatro años. Hay convocadas elecciones municipales, autonómicas y generales a lo largo del 2023.

Como comunistas, nuestro deber es desenmascarar las elecciones como lo que son, una farsa en la que, en el nombre de salvaguardar la democracia, vemos como diferentes gobiernos se suceden, y la situación no sólo no cambia sino que se recrudece. Pasemos a analizar cuál es la democracia que nos venden.

En el caso de España, el modelo de democracia parlamentaria se basa en un turnismo entre la socialdemocracia representada por el PSOE y el conservadurismo neoliberal del PP. Luego, existen una serie de partidos, los llamados bisagra, ahora en decadencia, que contribuyen a formar gobierno en pactos de coalicción. Finalmente, nos encontramos también con una serie de partidos reformistas de izquierda como Unidas Podemos, SUMAR; además de partidos de ultraderecha como VOX.

Esta dinámica de turnismo no es exclusiva de España, sino que es una característica común de las democracias burguesas, aunque no siempre se da entre derecha o izquierda; en Francia, por ejemplo, la dinámica ha cambiado entre neoliberales y ultraderecha, así como en otros países europeos. Por tanto, esto nos indica que el fondo de la cuestión no tiene que ver con una reforma del sistema parlamentario, o que se presenten en masa más partidos, tiene que ver con la naturaleza de clase del estado burgués y sus representantes.

En este panorama político, cada partido tiene un determinado papel social:

La socialdemocracia busca gestionar el sistema manteniendo a raya mediante persuasión a la clase obrera, partiendo ya desde una postura de responsabilidad institucional y para con el Estado. El PSOE, en momentos de crisis ha sido capaz de sacrificar su propia popularidad y base social fortaleciendo su papel de “partido de Estado”, gestionando la violencia del Estado, ya en los ochenta mediante la creación de grupos militares con la excusa de la lucha antiterrorista y, más adelante contra diferentes manifestaciones de rabia popular, como el 15M y las movilizaciones de los mineros.

El PSOE, como toda la socialdemocracia, se trata de un partido burgués que representa los intereses de la oligarquía financiera mediante su papel desmovilizador, ya sea mediante la mediación o ya sea mediante la violencia; es decir, garantiza esta paz social tensa en la que actualmente vivimos.

Por otra parte, el la derecha en España es de índole liberal, representada principalmente por el PP.  Representan el programa más crudo de la oligarquía financiera, y por lo tanto, aplican sus medidas de una forma más tajante, directa e intensa, con menos ataduras que la socialdemocracia. Sin embargo, esto lleva muchas veces a romper “la paz social”, de tal forma que tienen que aplicar ciertas medidas sociales, crear redes clientelares, llegando a aplicar medidas que consideraríamos típicas del reformismo radical como aumentar el salario mínimo, fijar un precio máximo del alquiler (cuestiones que se han aplicado en Alemania, Francia o Suiza por gobiernos liberales o conservadores).

Podemos comprobar como las opciones políticas que representan a la oligarquía financiera distan de cada vez menos a nivel programático.

Otros tema del cual es necesario hablar, y más en esta fecha, es el papel del reformismo de izquierdas. Definimos como reformistas a aquellos partidos institucionales que sostienen que, desde el propio estado, se pueden conseguir cambios sustanciales de cara al bienestar social, o incluso que un capitalismo con “rostro humano” es posible. Con esta visión, el reformismo supone una línea pequeñoburguesa dentro del movimiento obrero, que busca tener la iniciativa en las negociaciones con la patronal y el Estado… negociando a la baja.

Es decir, su papel principal es la conciliación de clases, funcionando como un apéndice de la socialdemocracia. En España, el reformismo está principalmente representado por Unidas Podemos, el PCE y el nuevo partido de Yolanda Díaz, Sumar. El reformismo, al tener una vinculación más estrecha con los movimientos sociales, tiene un rol de domesticación y desmovilización de la lucha, cooptando a activistas o grupos enteros e introduciéndoles dentro de las dinámicas institucionales, que llevan inevitablemente al acomodo. Un ejemplo lo podemos encontrar en Ada Colau, que empezó siendo una destacada militante de la PAH, y su paso por la política burguesa implicó que tuviera un papel activo en la ejecución de desahucios y distintas políticas represivas a la clase trabajadora.

Es más, cuando una movilización de masas escala más allá de los márgenes permitidos, los reformistas tardan entre poco y nada en llamar a la calma; y no sólo llaman a la calma, sino que refuerzan y permiten la represión a la clase trabajadora mediante los cuerpos represivos. Un ejemplo de ello lo tuvimos en las movilizaciones de Cádiz, dónde el PCE instó a los trabajadores a mantener la calma. De hecho, Yolanda Díaz intentó convencer a Interior para retirar la tanqueta de la UIP, por vía administrativa. Mientras se tramita la burocracia los antidisturbios ya habían reprimido brutalmente a los huelguistas.

Con la protesta de los camioneros, ocasionando varios paros, vimos como las pérdidas causadas provocaron tensiones entre los reformistas. Tuvieron la poca decencia de tildar de ultraderechistas a los huelguistas e incluso se refirieron a esta huelga como una huelga patronal. Estos ejemplos sirven para ilustrar que, en el momento que la clase trabajadora sube un peldaño por encima sus reivindicaciones, son los reformistas los primeros que intentaran desmovilizarlos.

Así pues, como comunistas, no podemos pedir el voto a partidos integrados en el circo electoral, ni a los que están, ni a los que intentan entrar. Incluso el partido con un discurso más reformista, esta alineado con los interses de la burguesía, por mucho que se presenten como la opción menos mala. Los derechos se consiguen mediante presión y lucha en las calles, se consiguen mediante la organización y cuánto más independiente es esta organización, más eficiente será su lucha. No es podemos quien echa a VOX de los barrios, son los y las vecinas organizadas, que hacen escraches para echar de sus barrios a los ultraderechistas. La opción menos mala es la clase obrera organizada.

Para terminar, queremos señalar que, dentro de poco, podréis leer nuestra postura completa sobre las elecciones.

El progresivo resurgir del movimiento obrero.

En el Estado español el movimiento obrero ha fijado el escalón más avanzado de la lucha social. Incluso en un momento de relativa desorganización como el actual, las revueltas de obreros del metal en Cádiz por una cuestión tan del día a día como el salario siguen resonando desde finales de 2021 como un ejemplo del potencial combativo de nuestra clase.

Las primeras luchas de masas bajo la bota del franquismo fueron huelgas sectoriales y generales clandestinas. Las más grandes batallas campales en este país las dio la clase obrera en momentos como la reconversión industrial.

Toda esa energía existía, pero estuvo mal dirigida por el revisionista PCE, o carente de dirección en absoluto. Desgraciadamente muchos pensaron que las conquistas sociales disfrutadas entre 1980 y 2008 eran para siempre, una generación de jóvenes creció convencida de ello, y los sindicatos, aun manteniendo músculo afiliativo y la conflictividad que les es inevitable por la base, fueron paulatina y generalmente abandonando mucho de su papel como centros de organización activa de la clase trabajadora para luchar.

Sumado esto a los duros golpes a los derechos sociales y laborales, al cierre de empresas con plantillas sindicadas y al auge de la temporalidad, en parte transitoria por la reestructuración que sufrió toda la economía capitalista, la juventud trabajadora, que ha dado continuas muestras de su combatividad en la calle, estando a la cabecera de las principales luchas sociales (15M, estudiantil, feminismo, antifascista, vecinal…), ha estado fuera del movimiento obrero durante una década.

Dentro de estas luchas sociales, este año hemos visto como el feminismo, después de un período de reflujo, ha resurgido en territorios donde no existe un tejido de lucha social fuerte. La tendencia a la institucionalización de un sector del feminismo, que ha terminado en posiciones reaccionarias transexcluyentes, se ha encontrado con confrontación por parte de las feministas de clase.

Un caso lo tenemos en Mallorca, un territorio en el que las luchas de masas se encuentran en un estado muy débil, las y los camaradas del PRT participamos y contribuimos a llevar una línea de clase en el movimiento: señalamos el carácter de clase del feminismo transexcluyente y su papel en el estado, y formamos parte como impulsoras, a través de un frente de masas, de la Coordinadora 8M Transfeministas. Todas las compañeras implicadas en la Coordinadora trabajamos duramente para hacer el contradiscurso a las tendencias reaccionarias, y dimos un paso al frente convocando una manifestación propia con un discurso claro: fuego al capitalismo, fuego al patriarcado.

Por otra, el movimiento feminista se vuelve a organizar contra los agresores en los centros de enseñanza, encubiertos por la burocracia universitaria. En Girona, nuestras camaradas, a través de la asamblea feminista y el sindicato estudiantil, impulsaron un cierre en la Universidad de Girona, en protesta contra contra los agresores y sus encubridores. El primer cierre en mucho tiempo en un contexto de convocatoria de huelga del 8M, y contó con un buen grado de participación, ante esta reivindicación legítima.

Aun así, esta juventud trabajadora partícipe en estos movimientos sociales, no encontraba las herramientas para luchar, y la burocracia de los sindicatos no se lo ponía fácil. No obstante, esto también está cambiando. Sectores que eran vistos como imposibles de sindicar a mediados de la década pasada, han protagonizado recientes luchas laborales, como en Zara y Primark[xi], los empleos en los que los sueldos no compensan ni el esfuerzo de trabajar empiezan a quedarse sin cubrir a pesar del paro[xii] porque la juventud trabajadora está empezando a descubrir por propia experiencia las bases de la explotación capitalista y el trabajo asalariado.

El descontento laboral joven, que de momento ha cundido por completo en su forma más individual y embrionaria, ha llegado a trascender hasta la prensa burguesa[xiii].

Poco a poco los jóvenes van entrando al ciclo de explotación asalariada, al mundo del trabajo. Algunos traen consigo el bagaje del activismo social, otros tienen el enésimo jarro de agua fría que les lleva a plantarse. Como es natural, este descontento va llevando de manera lógica a un aumento del interés por la lucha sindical, que todavía es muy inicial pero ya empieza a dejarse ver en los titulares de los medios capitalistas. [xiv]

Desde nuestra intervención en el movimiento obrero sindical, estamos pudiendo constatar de primera mano que, si bien la situación de la juventud trabajadora es, de entrada, de menor organización en el centro de trabajo, desde la pandemia está habiendo un aumento lento pero constante de jóvenes que dan un paso al frente para intentar renovar el funcionamiento de sus secciones sindicales y sus sindicatos, que tratan de, al menos, unir y defender a sus compañeros y compañeras de trabajo.

De momento, la contradicción principal del movimiento obrero se encuentra en la lucha económica entre trabajadores y empresarios en cada lugar de trabajo, dado el grado de desorganización, inexperiencia, disgregación y falta de conciencia política. Ahí deben centrarse todos los esfuerzos de los sindicalistas combativos y de los comunistas consecuentes, toda lucha obrera debe acabar por fortalecer la organización sindical de base.

La lucha obrera sigue siendo la más potente lucha de masas que las y los trabajadores tenemos en nuestro arsenal. Los capitalistas han puesto en nuestras manos toda su riqueza y nos explotan a diario para multiplicarla. La juventud trabajadora está comenzando a identificar a su enemigo de clase, a perderle el miedo en su dictadura abierta en la empresa, y desde el PRT vamos a estar ahí para organizar esa rebelión.

Llevar a la clase obrera al poder, reconstituir el Partido Comunista.

Hemos podido comprobar a lo largo de este análisis como el capitalismo empuja a la clase trabajadora a luchar en diferentes frentes: negociación de los salarios, obtención de derechos sociales, lucha por el precio de los alquileres, etc. Todas estas luchas tienen una raíz común, son manifestaciones concretas de como se manifiestas las relaciones capitalistas en España, oprimiéndonos en todos estos frentes.

Aun así, a pesar de que exista un desengaño general en la juventud trabajadora respecto al sistema capitalista y a sus representantes parlamentarios, somos conscientes de que las luchas de masas presentan una serie de limitaciones, y que por sí mismas no pueden llevar a cabo una revolución que barra con el sistema capitalista -dictadura de la burguesía- e instauren el socialismo -dictadura del proletariado-.

Para terminar con este sistema, el primer golpe estratégico es la reconstitución del Partido Comunista. Pero hay que entender que el partido no se desarrolla desde una torre de marfil, sino que el Partido Comunista, en todas su fases de construcción, se compone de las personas más comprometidas y mas bregadas en la lucha dentro del movimiento obrero y las otras luchas sociales. Este partido se reconstituye mediante la ideología y no sobre principios de unidad en abstracto.

En las primeras fases de construcción partidaria, en la que ahora nos encontramos, el aprendizaje de las formas de lucha de los movimientos sociales, sintetizarlas, y devolverlas a la lucha, es el primer paso. Es decir, nuestra tarea como comunistas es conseguir que las masas tomen como propias las ideas revolucionarias, y eso se hace luchando codo con codo. Este trabajo tiene el objetivo de dar el salto de la lucha de autodefensa y por reformas, a la lucha revolucionaria.

Una vez reconstituido el Partido, el Frente Unido con la unidad de la clase obrera en centro y el ejército del pueblo, seremos capaces de barrer con la explotación del capitalismo mediante una guerra revolucionaria.

 

[i] https://somosrevolucion.es/1-de-mayo-desatemos-la-tormenta-revolucionaria-2/

[ii] https://revolucionfilipina.com/2023/03/29/avivar-y-propagar-el-fuego-de-la-guerra-popular-por-la-liberacion-nacional-y-la-democracia-2023/

[iii] https://anovademocracia.com.br/ira-greve-operaria-atinge-5-dia-e-mobiliza-mais-de-100-mil-trabalhadores/

[iv] https://anovademocracia.com.br/editorial-semanal-as-perspectivas-estreitas-do-governo-oportunista/

[v] https://elpais.com/economia/2022-10-06/el-presupuesto-de-defensa-para-el-proximo-ano-se-dispara-un-263.html

[vi] https://somosrevolucion.es/inversion-volkswagen-sagunto/

[vii] https://energia.gob.es/balances/Balances/balandeenergeticoanual/Balance-Energetico-Espana-2021_v0.pdf

[viii] https://somosrevolucion.es/subida-de-la-luz-los-capitalistas-mandan-su-gobierno-ejecuta/

[ix] https://somosrevolucion.es/paquete-anticrisis-psoe-up/

[x] https://www.20minutos.es/noticia/5112006/0/la-rebaja-del-iva-de-los-alimentos-solo-redujo-la-inflacion-dos-decimas-su-efecto-se-ha-diluido-ya-y-los-precios-seguiran-al-alza/

[xi] https://www.businessinsider.es/guerra-textil-no-acaba-inditex-ahora-toca-primark-1207602

[xii] https://www.lasexta.com/programas/equipo-investigacion/que-faltan-camareros-pese-haber-tasa-paro-juvenil-30-jose-maria-okean-claves-equipo-investigacion_20221022635425d78fa20000019b1322.html

[xiii] https://www.xataka.com/empresas-y-economia/renuncia-silenciosa-a-presentarse-a-otros-trabajos-ira-espana-aumento-descontento-laboral

[xiv] https://www.elconfidencial.com/espana/2023-03-11/paradoja-juventud-precaria-sindicatos-afiliacion_3590903/