Este artículo corresponde a una circular de la Secretaría de Movimiento Obrero del Partido Revolucionario de los Trabajadores entre su base.
Su objetivo es dar respuestas inmediatas a los problemas que la militancia y simpatizantes del PRT, al igual que otros trabajadores y trabajadoras procedentes del activismo popular/juvenil en sus distintas vertientes, están afrontando al verse introducidos en la cadena de explotación capitalista y, con ello, en el Movimiento Obrero, en su forma principalmente sindical actual.
No obstante, en sí mismo debe entenderse únicamente como un documento de aplicación para responder a un problema específico, no como una orientación única o global.
La lucha sindical sigue siendo aquella en la que más extensamente los capitalistas fuerzan a la clase obrera y otros asalariados a luchar, pero el trabajo político de los comunistas no se puede limitar a hacerla más intensa o mejor organizada como un fin en sí mismo, sino como medio para reunir a los trabajadores más avanzados a nivel de conciencia, conocer mejor sus inquietudes y darles respuestas políticas de manera que, a su vez, puedan ser líderes y organizadores del grueso de sus compañeros, no solo para dar mejores batallas por las cuestiones del día a día, sino para aprovechar la organización y disciplina que los capitalistas imponen a nuestra clase , redirigiéndolas con el fin de dar la lucha general de la clase obrera dirigiendo el frente unido contra el imperialismo.
Esta breve introducción solamente pretende servir de aclaración a quien lea el artículo y como anuncio de que el conjunto de la línea del PRT para Movimiento Obrero será publicada durante lo que queda de 2023.
Nuevos avances y nuevos retos: vencer la influencia ideológica y política de la burocracia sindical desde los principios comunistas
Sucede con frecuencia que objetivamente las masas necesitan un cambio determinado, pero subjetivamente no tienen todavía conciencia de esa necesidad y no desean ni están decididas a realizarlo; en tales circunstancias, tenemos que esperar con paciencia. No se debe realizar el cambio hasta que, por efecto de nuestro trabajo, la mayor parte de las masas hayan adquirido conciencia de la necesidad de ese cambio y tengan el deseo y la decisión de hacerlo. De otro modo, nos aislaremos de las masas. Todo trabajo que requiera la participación de las masas resultará ser una mera formalidad y terminará en el fracaso si las masas no han adquirido conciencia de la necesidad de ese trabajo ni desean participar en él.
Mao Tse Tung – El frente unido en el trabajo cultural, 1944
Nuestro Partido ha hecho avances en Movimiento Obrero, particularmente en su vertiente sindical, porque ha comprendido que la lucha sindical es una manifestación primaria del movimiento del proletariado por sus intereses.
Nuestra militancia, simpatizantes bajo nuestra dirección y activistas que colaboran con nuestro Partido, han empezado a implicarse activamente en empresas como representantes y organizadores sindicales de plantillas variadas: proletariado industrial, proletariado y oficinistas proletarizados del sector no productivo e incluso inteligencia técnica pequeñoburguesa en proceso de proletarización.
Este primer paso nos ha permitido conocer las necesidades de nuestros compañeros, confirmar que la clase obrera y la mayoría de trabajadores siguen explotados, que siguen encontrando en la lucha sindical un primer paso para dar respuesta a su situación de opresión y de unidad de clase, y que sigue siendo un espacio de organización de masas en el que podemos referenciarnos y a la vez curtirnos como dirigentes de masas.
No obstante, nuestra corta experiencia ya nos está poniendo al frente de negociaciones sindicales en las que nos encontramos compañeros no sindicados desmoralizados y con dificultades para identificar cómo luchar, compañeros sindicados resignados y limitados a la negociación con la empresa en clave jurídica y de despacho, empleados y organizadores de los sindicatos con bajos cargos que, en el mejor de los casos, en su mayoría rehúyen los retos y la organización activa para luchar, y en el peor, están directamente vinculadas al aparato burocrático de los sindicatos, que es una escuela de oportunismo, reformismo y desorganización de la clase obrera.
Desde la Secretaría se ha observado que los representantes sindicales de nuestro Partido están acertando, por lo general, en establecer una relación de comunicación continua con su plantilla y en empujar a su sección sindical a esforzarse algo más por sacar adelante reivindicaciones y no dar por perdidas todas las batallas.
Pero también se ha observado que estamos fallando en lograr que esta relación se dé al modo comunista, es decir, de tal forma que prevalezca la independencia de los trabajadores para identificar y defender sus intereses frente a la influencia derrotista y divisiva de la burguesía, tanto la que se da directamente como la que llega indirectamente por medio del aparato del sindicato y la influencia nociva de la burocracia sindical sobre los demás representantes.
Aunque debemos ser rojos y expertos, y hay elementos puramente cuantitativos que se interponen en este camino (a menudo es la primera experiencia de lucha sindical para estos camaradas, desconocen las conquistas ya existentes o experiencias que pueden extrapolar) el problema principal es cualitativo: nuestro Partido no está todavía usando de los principios científicamente demostrados del Marxismo-Leninismo-Maoísmo como verdadero punto de partida para aplicar la línea de masas en la lucha obrera en las empresas.
El problema principal no es que seamos poco expertos, es que no somos suficientemente rojos.
Los principios del Marxismo-Leninismo-Maoísmo no son principios morales, son los puntos generales que la lucha revolucionaria ha demostrado y han pasado a formar parte de nuestra ideología. Son certezas de las que partir.
La línea de masas nos ayuda a identificar qué principios tienen una aplicación más directa, nos ayuda a aprender de las masas de qué forma concreta se manifiestan estos principios, y, acudiendo a las masas como educadores y aprendices, estos principios son principalmente aquello en lo que educamos.
Los principios no son solo aspectos generales de consenso ideológico en los que ponemos de acuerdo a individuos para reclutarlos a nuestras tareas partidarias. Los principios son la base sobre la que, en diálogo continuo con las masas que queremos dirigir, concretamos la línea para dar la lucha de masas.
Ese diálogo con las masas no es ideal y abstracto. Se da con personas concretas con sus puntos de vista individuales, que pueden estar sintiendo aspectos particulares de la explotación, pero no tienen la imagen general, pueden tener aspiraciones pequeñoburguesas más o menos irreales o estar contagiados del derrotismo que activamente impone la burguesía y la aristocracia obrera de los sindicatos.
Es muy probable que, al menos de buenas a primeras, nos discutan los principios de partida y sus consecuencias. Nuestro papel es ver qué correas mantienen fijada la camisa de fuerza ideológica, política y organizativa que la burguesía y sus servidores de la burocracia sindical han puesto a nuestros compañeros. ¿Está siendo nuestra argumentación demasiado torpe? ¿Estamos aplicando de manera demasiado mecánica otra experiencia? ¿Entendemos en profundidad el principio del que parte nuestra propuesta? ¿Hay alguna cuestión secundaria pero relevante que estemos pasando por alto?
Todo ello son preguntas que nacen de manera clara de la aplicación de la línea de masas, pero en ningún caso podemos llegar con este diálogo a conclusiones que nieguen los principios. Los principios no se concilian, porque son ciertos, los principios vencen.
Teniendo claros los principios generales en los que se asienta nuestro trabajo de masas concreto, evitamos después los bandazos, el fraude y la desmoralización. De lo contrario, si no conocemos de qué principios parte nuestro análisis y propuesta, nuestra relación con las masas no será de ida y vuelta, sino de seguidismo a quien las mangonea.
Principios comunistas en la lucha sindical.
En el ámbito concreto de la lucha sindical, hay algunos principios que son un punto de partida sistemático para las situaciones del día a día.
Aunque pueden citarse todos aquellos de tipo más general sobre la revolución o la línea de masas, y es seguro que tienen una aplicación práctica cotidiana, se ha tratado a continuación de reunir algunos principios que de forma muy inmediata es imprescindible tener en cuenta para nuestro trabajo y el de nuestros simpatizantes como organizadores y representantes sindicales en las empresas donde estamos presentes.
La clase obrera no puede huir de la explotación bajo el capitalismo.
La inmensa mayoría de trabajadores está condenada a seguir trabajando a cambio de un sueldo que va a parar mayoritariamente a su manutención inmediata y gastos o deudas relacionados con el trabajo (vehículo, vivienda cercana…). Cada pocos años hay una crisis parcial o general que termina de apuntalar esta realidad, y que incorpora a condiciones similares a las del proletariado a cada vez más capas asalariadas.
En periodos de expansión económica, aparece la tentación pequeñoburguesa de ascender en la empresa o saltar de uno a otro puesto de trabajo “negociando individualmente”. En periodos de crisis, aparece el sálvese quien pueda y el tratar de llegar a acuerdos personales o de pequeños grupos.
Lo primero es que los comunistas tengamos claro que este “escape” no es una solución general y sistemática para la mayoría de compañeros. La mayoría nunca podrán ascender a un puesto verdaderamente cómodo, la mayoría nunca podrán negociar su propio sueldo con efectividad, la mayoría nunca podrá saltar de empresa en empresa sin sacudir su vida por completo.
Si parece que todo el mundo tiene un cargo o un acuerdo personal distintivo, es casi seguro que la empresa está usando engañosos acuerdos individuales para ahorrar dinero en conjunto o para poder chantajear a la plantilla cuando luche colectivamente. Si mucha gente piensa que puede saltar de empresa en empresa mejorando condiciones probablemente no está bien enterada de las consecuencias de empezar de 0 en un nuevo empleo (periodos de prueba, endurecimiento de las condiciones de préstamos, créditos y seguros por la poca antigüedad…) o tiene un conocimiento limitado del mundo laboral.
Especialmente en casos que afectan a todos los trabajadores rasos de la plantilla o a un grupo relevante de estos, no debemos dudar ni por un momento de que no pueden escapar a la explotación por la vía individual pequeñoburguesa, y es importante, a través de la comunicación con ellos, averiguar cómo se está dando de forma concreta esa explotación y por qué no es posible que todos escapen, sino que vale la pena luchar.
Combatir estas aspiraciones, desmontar las mentiras de la empresa a ese respecto y fomentar el contacto entre compañeros y con otras plantillas con las que sea natural (mismo sector, localización…) para la lucha reivindicativa es imprescindible en nuestro día a día.
La tendencia principal del capitalismo es intensificar la explotación.
El capitalismo en su fase superior tiene como tendencia principal la degeneración al estancamiento y la guerra, cosa que lleva aparejada la intensificación de la explotación y las crisis.
Por el contrario, a las personas pertenecientes a la clase obrera se les inculca desde la infancia una mentalidad idealista que parte de que la vida mejora según se van cerrando etapas, según se va ganando experiencia laboral, etc.
Debemos ser claros en este punto con nuestros compañeros: como trabajadores, estamos afectados por desarrollos sociales que escapan a nuestro control y que rompen la aparente normalidad. Esto convierte de manera muy clara la necesidad de organizarse como una necesidad en sí misma que cualquier trabajador con un mínimo de consciencia puede comprender. Por supuesto, si estamos más organizados, podremos llegar a tener la sartén por el mango, este es el siguiente punto: interiorizar la tendencia del capitalismo para entender la necesidad de la organización para la revolución.
En el día a día de la empresa esta tendencia también debe ser un punto de partida en el que mantenernos firmes al analizar, proponer y explicar nuestros puntos de vista. Es una certeza que las empresas van a tener que apretar el acelerador, ya sea por propia ambición o porque respondan ante acreedores e inversores, independientemente de si hay o no “bonanza económica”.
Es una certeza que van a tratar de eliminar cualquier control que el obrero pueda tener sobre su puesto de trabajo, que van a tratar de estandarizarlo y simplificarlo al máximo para poder hacerlo sustituible.
Esto es cierto tanto para empresas que parecen tratar bien por temporadas a sus trabajadores como para empresas que piden continuamente esfuerzos a la plantilla por tal o cual objetivo de producción.
Cualquier “tiempo mejor” para el conjunto de la plantilla va a venir de la mano de la organización y la lucha, va a durar tanto como la plantilla resista y, en un punto determinado, aun así, será dinamitado por algún desplome económico, así que esta organización debe ser lo más extensa y vinculada con el movimiento general de la clase obrera que sea posible. No se puede parar un río con las manos.
Ni qué decir tiene que esto supone que rechazamos de plano cualquier medida que busca colar la intensificación de la explotación por la puerta de atrás: medidas de control de la productividad o de “tiempo de trabajo efectivo”, fechas de objetivos de producción irreales, premios y primas condicionados al desempeño bajo control de los jefes…
Como extensión de esto, cuando los capitalistas no gestionan bien a sus propios obreros para exprimirlos, tenemos que luchar a las claras porque sea problema suyo y no repercuta en los compañeros. Las horas extra no son gratis, las horas de viaje no son gratis, los tiempos de espera forzosos son trabajo, los desplazamientos forzosos son trabajo, y la organización de la producción que sobrecargue a la plantilla debemos luchar porque se penalice, es decir, las horas extra tienen que valer más que las horas normales, ya sea en remuneración o en devolución de tiempo libre.
Los intereses de la clase obrera y los capitalistas son antagónicos e irreconciliables.
Aunque tengamos este principio muy interiorizado sobre el papel, muchos obreros mantienen un cierto ideal de que la empresa “iría mejor” si les tratara bien, o que los capitalistas y los obreros hacen igual parte y pueden llegar a un reparto justo de “la tarta”.
Los capitalistas obtienen toda su riqueza del esfuerzo de los trabajadores, y esto hace que, pese a las teorías burguesas sobre la motivación, en el fondo de toda relación capitalista está la necesidad forzosa de venderse al mejor postor para poder pagar las facturas.
El miedo sigue siendo la principal herramienta de dominación de los capitalistas, sea un miedo abierto a la represión caciquil o el miedo velado a una discreta notificación de despido de recursos humanos.
Sobre esa base construyen toda su estructura de jefes y jefecillos, que buscan hacer méritos aplicando y a menudo redoblando el control patronal sobre los obreros y otros empleados proletarizados.
Es la tendencia inevitable de los capitalistas exprimir a los obreros cuando “las cosas van bien” y “hay faena”, y recortar cuando tienen que desacelerar la producción. Al capitalista le interesa despedir barato, contratar fácilmente, pagar lo justo y que trabajemos mucho. Si no es consciente de ello, las circunstancias lo pondrán en su lugar, como hemos visto en el apartado anterior.
Pero fuera del trabajo a los grandes capitalistas (y de rebote a los medianos y parte de los pequeños) les beneficia que los inmigrantes y parados tengan menos recursos y derechos, que los precios y los intereses suban, que las conquistas laborales y los servicios públicos se socaven, que la policía aplique mano dura a quien protesta.
Todo esto no solo es importante para la propaganda. Cualquier punto que dejemos “a la buena fe” de la empresa, cualquier cuestión que cedamos “para cuando las cosas vayan mejor”, cualquier medida aparentemente positiva de la empresa, debemos tener claro que es o permite una maniobra a la empresa en contra de los trabajadores.
-Los trabajadores crean toda la riqueza:
Sobra decirlo, pero el hecho de que los trabajadores en su conjunto crean (o hacen posible) toda la riqueza de los capitalistas es también importante para la lucha sindical cotidiana.
A menudo en las empresas surgen situaciones en las que la empresa plantea congelaciones salariales, recortes de personal, limitaciones de recursos… Y no es extraño que trate de colar todo esto como “arrimar el hombro” y “apretarse el cinturón”. Tratan los sueldos y otros gastos como si fueran una partida presupuestaria fija que se tiene que repartir entre el total de contratados, tocando a menos cuantos más haya, y los beneficios para los dueños, jefecillos e inversores son pasados por alto, como si no existieran, como si en una empresa todo fueran costes.
Nuestras propuestas deben partir siempre de que todo salga de recortar la ganancia de los capitalistas. En los contados casos en que no tienen apenas ganancias y funcionan a base de préstamos, es igual de importante y debe salir de incrementar ese endeudamiento, porque el plan de la empresa es dar sueldos altos a los directivos y exprimir a la plantilla para echarla a la calle si todo falla o recoger de golpe los frutos de años de trabajo acumulados tras pagar las deudas.
Los incrementos salariales, la cobertura de gastos asociados al trabajo, las condiciones seguras y ergonómicas, las ayudas… No son medidas de gracia de la empresa dedicando parte de “su riqueza”, son parte del precio de compra de nuestra fuerza de trabajo que, de hecho, pagamos o pagaremos en poco tiempo con nuestro propio trabajo.
-La competencia beneficia a los capitalistas, la unidad a los trabajadores:
Ya en su origen más primigenio, el sindicalismo partía de la realidad económica irrebatible de que a los capitalistas les beneficia poner a los obreros a competir para malvender su fuerza de trabajo, mientras que a los obreros nos interesa anular esa competencia lo más posible.
Cualquier medida que provoque la competencia entre trabajadores y genere condiciones distintas para gente que realiza el mismo trabajo perjudica al conjunto de compañeros, a corto, medio o largo plazo.
La negociación individual de salarios, la existencia de escalas salariales distintas para los mismos obreros (convenio viejo vs convenio nuevo)… Permiten a la empresa atomizar la reivindicación, hacer que los trabajadores compitan por ganar una migaja más que su vecino. A la larga, si alguien puede hacer el mismo trabajo por menos sueldo, esto perjudica a corto plazo al que cobra menos, pero pone una soga al cuello al que gana más.
Siempre debemos luchar por consolidar y hacer cumplir al menos el mínimo ya conquistado en los convenios, negociar colectivamente los aumentos, haciéndolos extensivos a toda la plantilla cuando la negociación individual sea la norma, pero con la vista puesta en presionar hacia un modelo con escalas salariales claras y homogeneizadas. Si todo el mundo cree cobrar más que el mínimo, probablemente estén engañados por la empresa o los mínimos deban elevarse.
Hay que luchar contra las divisiones artificiales de las empresas hacia las plantillas. Las categorías profesionales son inevitables en el capitalismo, pero hay que luchar por reducirlas a la mínima cantidad, y con una clara definición. De lo contrario, estamos facilitando aún más a los capitalistas y sus lacayos para que utilicen categorías vagamente definidas o con escasas diferencias prácticas entre sí como premio o castigo.
La unidad de la plantilla surge de la lucha y, secundariamente, de las experiencias comunes, y cuesta de construir. Cualquier situación que haga que fluctúe demasiado el personal, cualquier sustitución de trabajadores que ya llevan un tiempo por trabajadores nuevos… daña esa unidad.
Los trabajadores que se van a otros empleos, por norma general, van a irse para estar en condiciones similares y los que se queden, habrán perdido a compañeros junto a los que podrían haber combatido. Es imposible que todo el mundo que se va a otra empresa esté siempre mejor, y que todo el mundo que se queda no se vea afectado por la ruptura continua de la unidad.
En línea con apartados anteriores, aunque trabajadores concretos en casos concretos puedan conseguir condiciones mejores yéndose, por norma general existe una parte que no tiene más remedio que quedarse, o que puede aprender (si no ha aprendido ya por las malas), que “en todas partes cuecen habas”. Evidentemente, quienes se van a quedar y quienes ya tienen cierta experiencia sabiendo en el mundo laboral aunque piensen que están de paso siempre van a ser nuestros pilares con los que construir la unidad, pero deben luchar por ampliarla, y, en menor medida, hay que combatir la visión idealista de que todo el mundo puede estar “de paso” a un lugar mejor.
En este sentido, también las subcontratas, ETT y prácticas de empresa deben vigilarse de cerca. Las ETT no deben tolerarse, y si el trabajo es estacional por naturaleza, hay que luchar por bolsas de trabajo fijas voluntarias. Las subcontratas dependientes de nuestra empresa deben ser absorbidas, los puestos de trabajo recurrentes deben ser identificados para evitar que sean cubiertos cada vez por un trabajador temporal, becario o subcontratista, y las subcontratas independientes que vienen puntualmente a hacer tareas deben disfrutar durante ese tiempo de las mismas condiciones de seguridad y ritmos de trabajo, al menos, que nuestra plantilla. Los becarios deben hacer únicamente trabajo que les sea formativo y supervisado, y cada beca debe terminar en una oferta de contrato. En ningún caso debe permitirse sustituir nuestro trabajo por el de becarios.
Y, por último, la unidad se construye también combatiendo la discriminación y opresión, no simplemente igualando formalmente las condiciones. La lucha por planes de igualdad efectivos, por la correcta información y acompañamiento o ayudas a los compañeros que se han mudado a nuestro país para trabajar (incluyendo el acompañamiento por parte del sindicato), son clave para una unidad efectiva.
Por otro lado, nuestra lucha y la organización de la plantilla debe partir de la certeza de que esta unión beneficia, y buscar los argumentos y propuestas concretas que provoquen esta unidad.
Siempre debemos estudiar la problemática para hallar la solución más general posible, que más permita a la plantilla luchar unida, ganar unida y mantenerse unida cuando reclamen su victoria. La contrapartida también es clara, las derrotas son más difíciles de aprovechar por los capitalistas cuando son derrotas después de un esfuerzo colectivo donde una gran parte o la totalidad de la plantilla se ha implicado activamente.
Nunca debemos introducir diferencias artificiales entre trabajadores que pueden luchar unidos. Si hablan distintos idiomas, hemos de buscar formas de comunicación comunes. Si tienen distinto grado de implicación, hemos de organizarlos jerárquicamente, pero para que luchen por el mismo objetivo. Si nuestra agitación sindical no llega a una determinada área, debemos encontrar la manera de llegar a ella.
Incluso en los problemas aparentemente “de nicho” o sectoriales pueden ser la manifestación concreta de una problemática general. La reducción de personal en un área puede perfectamente ir aparejada de la sobrecarga de trabajo en otra, los viajes de trabajo continuos e intensos para el personal de mantenimiento suelen ser la otra cara de la falta de personal de montaje, diseño o control de calidad, etc.
-El paro es el ejército de reserva de los capitalistas
Muy relacionado con el punto anterior, debemos tener claro que el paro es un arma de los capitalistas, porque el obrero en paro está condenado a competir para vender su fuerza de trabajo.
Excepto en situaciones muy especiales de desempleo masivo y forzoso, los parados están necesariamente desunidos y en una situación precaria de transición, y el capitalismo pone todas las trabas posibles para que así sea, de manera que los puntos en común entre ellos en tanto que parados son limitados.
El capitalismo empuja al parado a volver al circuito de explotación, no solo con la precariedad propia de vivir de ayudas limitadas, sino que esa inestabilidad hace que incluso se le niegue la posibilidad de acceder a gastos de vivienda, préstamos y alquileres, y puede encarecer condiciones de seguros entre otros.
Cualquier lucha sindical que termine con alguien en el paro, es una derrota, sin matices. Si la situación de la empresa es de expansión, habrá sobrecarga o incluso contrataciones en otros sectores, y, directamente, es irrenunciable que se reubique a quien va a ser despedido.
Si la situación de la empresa es de contracción, debe lucharse por mantener el máximo de puestos de trabajo y facilitar bolsas de trabajo y recolocaciones. Cuando la empresa esté en extinción, hay que movilizar al máximo posible de las capas populares para presionar al conjunto de los capitalistas y su Estado para que se hagan cargo de la empresa o busquen una posible reubicación. Incluso las soluciones como prejubilaciones bien pagadas al personal más antiguo deben estudiarse a fondo para que el pago que reciban efectivamente suponga una buena prejubilación, y siempre asegurándonos de que las condiciones conquistadas no desaparecen cuando los compañeros más veteranos se marchan.
El aparato del sindicato tratará siempre de buscar el acuerdo rápido, de intentar negociar despidos “bien pagados” y, al final, terminará no teniendo ni eso.
Es normal que nos encontremos a la plantilla resignada e incluso que piensen que es mejor irse con el dinero a casa, pero hay que dejar claro a los amenazados de despido que, desde el paro, no van a poder buscar un empleo mejor que teniendo empleo y que si logran meter a la empresa en vereda, habrán conquistado una posición mejor. Si la mejor alternativa es reubicar dentro de la empresa, negociar una recolocación en otra, una bolsa de trabajo o una combinación de las anteriores, ya nos lo dirá la experiencia y el contacto con la plantilla.
Y a los que se han librado de la amenaza hay que animarles a que se movilicen con tanta o más energía que quienes se arriesgan al despido, porque, como dice el refrán: “si las barbas de tu vecino ves cortar, pon las tuyas a remojar”. Una empresa que despide impunemente lo volverá a hacer.
-Nuestra fuerza son las masas y confiamos en ellas:
Sabemos que la fuerza de las masas es infinita, porque hacen funcionar todo y sin ellas nada funciona. Sabemos que su lucha desatada puede mover montañas.
Pero en el centro de trabajo a veces perdemos esto de vista, nos contagiamos del derrotismo, el secretismo y la desconfianza de la burocracia sindical hacia las masas. Pensamos que sí, en general, las masas luchan por lo que les importa y lo pueden todo, pero luego a la primera de cambio damos por bueno que en realidad no les importa tanto lo que tienen como para jugársela por ello.
Los capitalistas hacen sentir a los trabajadores que son individuos atomizados, que viven siempre de paso, que el trabajo no es lo importante o que “podrían estar peor”. Intentan que ignoren que el más mínimo desequilibrio en el imperialismo puede barrer sus pocas migajas, mandarlos masivamente al paro, que se juegan la vida o la salud en el trabajo, que consumen su tiempo y sus ganas de vivir en el trabajo y lo que lo rodea (estrés, imprevistos, desplazamiento diario, hábitos no saludables…).
Hasta el trabajador de oficinas raso más conformista tendrá que reconocer que sus hábitos forzosamente sedentarios, sus tareas monótonas y, más recientemente, su aislamiento por teletrabajo, le hacen gastar dinero y tiempo en nutricionistas, fisioterapeutas, gimnasios y psicólogos.
Cada minuto trabajado, cada céntimo conquistado, cada molestia… Se va acumulando y extendiendo tanto como se lo permitamos. Y, por si todo eso fuera poco, el coste de la vida no va a dejar de subir.
La única forma en que las masas pueden ganar algo, o perder menos, es luchando. La organización con unidad es la única forma efectiva de luchar. Si no están luchando es porque no han podido dar con la causa que potencia esa unidad para luchar, o porque activamente los están frenando y desmoralizando.
Los sindicatos están controlados mayoritariamente por burócratas acomodados, cómplices de los capitalistas, y hacen de sus aparatos sindicales escuelas del fraude, la desmoralización y la desorganización de la clase obrera. Los compañeros afiliados y representantes, aunque a menudo (no siempre) son los más combativos de la plantilla, también suelen estar contagiados de esta forma de pensar que se les transmite con asesores, abogados, escuelas de formación y otros espacios.
Los compañeros representantes sindicales a menudo restringen la información que dan a la plantilla porque temen que, si luego no se logra lo “prometido”, la derrota todavía será peor. Esto lleva a que la plantilla no afiliada y los afiliados rasos nunca tengan motivos para participar o herramientas para generar nuevos luchadores y líderes.
Ni nosotros ni, por norma general, los compañeros representantes del sindicato en una empresa somos reformistas que nos presentamos candidatos a gestionar la empresa.
Los comunistas confiamos la información a la plantilla, fijamos junto a ellos objetivos de lucha ambiciosos, y lo hacemos plenamente conscientes de que, incluso perdiendo, una derrota fruto de la lucha siempre traerá frutos, aunque sean la organización y la mejora de las herramientas de lucha. Los trabajadores son de sobra maduros y capaces para entender que no siempre se puede ganar, de hecho, son a menudo tan magnánimos que hasta le prestan cierto reconocimiento a la limitadísima acción sindical que existe hoy por hoy en la mayoría de empresas.
Los sindicatos también promueven a menudo la “judicialización” y otras formas de resolver los problemas de los trabajadores apoyándose en la ley burguesa. Que aprovechemos las conquistas pasadas reconocidas en la ley no quita que tengamos que ser precavidos con su uso, y hacer consciente a toda la plantilla de que el Estado burgués es burocrático por naturaleza en nuestra contra, incluso cuando se conquistan leyes menos lesivas, y que esas leyes laborales no son más que el reflejo del grado de organización de los trabajadores en un momento dado, que los capitalistas en conjunto no dudarán en hacer retroceder si perciben que es más “generosa” de lo que los obreros pueden defender con sus propias fuerzas, y que los capitalistas a nivel individual no dudarán en dejar en papel mojado si saben o sospechan que sus obreros aceptarían condiciones significativamente peores que las conquistadas en una ley laboral o un acuerdo pasado.
Por último, sobre el papel sabemos que entre las masas hay avanzados y hasta líderes en potencia, pero en el centro de trabajo a menudo lo olvidamos, escondemos nuestra ideología en lugar de utilizarla como un arma más, e ignoramos que existe gente que lucha porque sabe que tiene que hacerlo, porque tiene la convicción ideológica, aunque sea intuitiva, de que la clase obrera debe luchar.
Debemos identificar a aquellas personas más rojas entre los trabajadores rasos, o con unos principios aunque sea intuitivamente más firmes, y ayudar a que se desarrollen en teoría y práctica, compartir nuestra visión con ellos gradualmente, darles responsabilidades y tareas, pedirles su opinión, etc.
Hay que elaborar proyectos a largo plazo para nuestras secciones y dar a conocer esos proyectos y el marco revolucionario general en el que se enmarcan a esos compañeros más avanzados.
Confiar en las masas no es solo confiar en que algún día podrán hacer la revolución, es confiar en ellas día a día, en que pueden y quieren luchar, en que lucharán si identifican sus propios intereses y en que entre ellas existen verdaderos líderes en potencia.
– La lucha de cada trabajador es parte de la lucha general del proletariado
Por último, nuestros principios generales son nuestra arma más potente.
El Partido y sus simpatizantes, las organizaciones de masas, las organizaciones que agrupan trabajadores con un nivel de consciencia avanzado, junto con todos sus recursos formativos, agitativo-propagandísticos y de movilización son herramientas que debemos emplear para llegar de la manera más adecuada a cada uno de nuestros compañeros, empezando por los más dispuestos a luchar y los más conscientes políticamente.
Los temas de política general, las opresiones de las minorías, las condiciones de explotación capitalista fuera de la empresa, los problemas de la clase obrera y capas populares de otros sectores… Interesan a los trabajadores no solo por una cuestión puramente intelectual, sino porque nos afectan directamente a nosotros dentro y fuera del lugar de trabajo y también a nuestro entorno, porque estamos atados por mil hilos a nuestra clase, por nuestros amigos, familiares, parejas…
La explotación y opresión del capitalismo es sistemática y global, cada compañero la percibe más agudamente de una manera, y la voluntad de organizarse y luchar no solamente tiene por qué venir de un estrecho cálculo económico. La sensación de injusticia social generalizada, de haber de prepararse frente a una posible catástrofe… son tan efectivas para hacer avanzar la lucha como la simple voluntad de mejorar las propias condiciones, a menudo más, en la medida en que rompen con el aislamiento y la estrechez sindical en una mayor medida.
La perspectiva histórica de lo que ha costado conquistar lo que se tiene, de cómo se han dinamitado conquistas, de cómo exprimieron a nuestros mayores para después maltratarlos y cómo nos harán lo mismo a nosotros, de cómo solo dos generaciones nos separan a muchos de la servidumbre en el campo. También nos conectan y nos hacen ganar perspectiva.
Las opresiones particulares por motivos de género, orientación sexual o procedencia también son comunes dentro del lugar de trabajo o, cuanto menos, agravan y dificultan la vida al salir del trabajo, y son un potente catalizador de la lucha al que hay que estar atentos.
Por supuesto, la perspectiva revolucionaria y los esfuerzos en este sentido deben compartirse, desde el principio con aquellos trabajadores que pensemos que van a responder favorablemente para que entiendan la necesidad de implicarse en la lucha en el centro de trabajo y fuera, pero gradualmente a toda la plantilla a medida que su propia lucha con la empresa vaya permitiéndonos clarificar la naturaleza de la sociedad capitalista y nuestra posición y misión histórica en ella.
A septiembre de 2023
Secretaría de Movimiento Obrero – Partido Revolucionario de los Trabajadores